El paisaje sagrado
de valdegovia
En pleno valle de Valdegovía y en las inmediaciones del río Omecillo, se excavaron en época altomedieval numerosas cuevas artificiales que han llegado hasta nuestros días en un estado de conservación sorprendente. De todas ellas destacamos los conjuntos de Pinedo y de Corro, habitadas con diversidad de usos desde al menos el siglo VII hasta el siglo XIX. Tradicionalmente se han identificado como espacios de origen eremítico, si bien los restos materiales y el entorno en el que se sitúan posibilitan otras lecturas quizá más completas.
las cuevas artificiales
Pinedo
Pocos metros antes de llegar a la población de Pinedo debemos tomar un desvío que nos deja muy cerca del conjunto rupestre. Descendiendo por unas escaleras de tierra y avanzando junto a un muro de roca, llegamos al lugar conocido como “peña de Santiago”, reminiscencia de su uso como ermita hasta el siglo XIX.
Corro
Las cuevas artificiales de Corro, conocidas popularmente como las “cuevas de los moros”, se encuentran cercanas a las de Pinedo, siendo, de hecho, ambos conjuntos visibles entre sí. Es muy probable que ambas cuevas, hoy diferenciadas por la historiografía, fuesen inicialmente partes de un conjunto mayor, cumpliendo cada una de ellas una función propia.
pinedo
La “peña de Santiago”, reminiscencia de su uso como ermita hasta el siglo XIX, es un peñasco intensamente horadado con dos estancias en su parte inferior que conectan a través de unos vanos con otras estancias superiores. La presencia de nichos y orificios regulares por sus muros y jambas hace sospechar de la existencia de estructuras de madera (puertas, ventanas, barandillas, plataformas, etc.) hoy en día perdidas. Tanto en el abrigo que recorre uno de sus laterales como en su parte superior hay sepulturas excavadas..
corro
En Corro se distinguen con claridad dos cavidades de gran tamaño excavadas sobre un gran peñasco. La primera de ellas cuenta con dos vanos acompañados de un ventanuco de iluminación que dan acceso a dos estancias hoy unificadas. En una de las jambas aparece una cruz latina de datación incierta. Aunque los espacios se han modificado para usos posteriores (de almacenaje o pastoriles), aún se aprecian los arcosolios y algunas sepulturas en el suelo, remarcando el carácter cementerial del lugar. La segunda cavidad se localiza unos pocos metros más arriba y cuenta con una entrada y dos vanos de iluminación. El interior está cubierto de sepulturas excavadas en el suelo, situadas sobre poyos en el muro o bajo arcosolio
la vida eremitica
En tiempos de los visigodos la vida eremítica se convirtió en una práctica habitual. Santos célebres como Felices de Bilibio y su discípulo Millán de la Cogolla se refugiaron en espacios escarpados y de difícil acceso para desarrollar sus vidas como anacoretas. Sin embargo, esta voluntad de aislamiento muchas veces se vio truncada por la fascinación que despertaban sus actos entre las gentes del momento. La intención de replicar su modo de vida ascético y ejemplar motivó que otros religiosos se les unieran, formando así incipientes núcleos cenobíticos. Finalmente, el interés por conocer los lugares que éstos habitaron (o incluso de enterrarse junto a ellos) terminó por transformarlos en auténticos templos, algunos de los cuales llegarían a ser importantes centros de peregrinación. .
En las cuevas de este montañoso valle alavés pudo darse una réplica de estos fenómenos a una escala más local y protagonizada por hombres y mujeres hoy en día anónimos. Sin embargo, nada de todo esto se puede confirmar de manera documental o a través de indagaciones arqueológicas, por lo que es preciso explorar otras vías de análisis y atender a imágenes, presentes en sus muros, que hasta ahora habían pasado desapercibidas. .
valdegovia
paisajes sagrados
Las cuevas de Valdegovía constituyen un ejemplo extraordinario de paisaje sacralizado, intervenido por el ser humano con unos fines cultuales. Cuando hablamos de paisaje nos referimos a la percepción subjetiva de un entorno significativo, intervenido o no, cuya apreciación varía con el paso del tiempo. Esta relación con la naturaleza ha hecho que desde tiempos remotos los pobladores se relacionaran con el paisaje de una manera particular, aprovechando en ocasiones ciertas peculiaridades que lo diferenciaban y, en otras, interviniendo en su aspecto con una finalidad ritual.
Paisajes
De este modo, el paisaje natural se transforma con multitud de soluciones según la época, desde el modelado de grandes megalitos hasta la erección de dólmenes, siendo la excavación de eremitorios una de las más extendidas y llamativas. Pero hay lugares en los que se da una particular concentración de elementos (naturales y artificiales) que hace que, en suma, conformen un paisaje parlante con una fuerte carga simbólica o sagrada.
Pinedo
La importancia del paisaje se aprecia en la elección de estos lugares, que suelen cumplir una serie de patrones. Por una parte, las cuevas artificiales tienden a ubicarse en espacios habitados desde tiempos inmemoriales, dando así continuidad cultual al entorno, pero bajo nuevos modos rituales. Por otro, operan bajo una lógica de centro-periferia a través de la cual el conjunto principal se articula con relación a otras cuevas menores, pero interconectadas. Por último, estos grandes conjuntos no están aislados, sino que forman una red de mayor extensión, pero que no suele exceder los límites de lo visible.
Corro
¿fueron las cuevas espacios eremíticos?
La importancia del paisaje se aprecia en la elección de estos lugares, que suelen cumplir una serie de patrones. Por una parte, las cuevas artificiales tienden a ubicarse en espacios habitados desde tiempos inmemoriales, dando así continuidad cultual al entorno, pero bajo nuevos modos rituales. Por otro, operan bajo una lógica de centro-periferia a través de la cual el conjunto principal se articula con relación a otras cuevas menores, pero interconectadas. Por último, estos grandes conjuntos no están aislados, sino que forman una red de mayor extensión, pero que no suele exceder los límites de lo visible.
Pinedo
La inspección de las estancias del conjunto de Corro, compuesta por nichos y cavidades abovedadas, nos hace sospechar que se concibió inicialmente como espacio de enterramiento. Muchas de estas salas, a pesar de haber sido modificadas con el paso del tiempo, conservan en sus muros los arcosolios característicos de los entornos funerarios. Incluso la presencia de nervaduras fingidas, excavadas en la piedra, refuerza la idea de que hay una intención de organizar el espacio adecuándolo a una función funeraria, que se ve confirmada por las múltiples tumbas horadadas en el suelo o en superficies elevadas.
corro
Sin embargo, el conjunto de Pinedo tiene unas características distintas. Si bien cuenta con sepulturas excavadas en la roca con tipologías variadas, desde unas ovoide o de bañera hasta otras antropomorfas más evolucionadas, las estancias abiertas en la roca sugieren otro uso. En sus muros se abren pequeñas hornacinas a modo de altares, repartidos por las estancias de un modo aparentemente aleatorio..
pinedo
El problema se hace mayor al comprobar que no hay rastro alguno de iconografía cristiana (incisa o pintada) que nos permita aseverar los usos eremíticos que siempre se le han supuesto. Por el contrario, en el muro de la estancia principal aparecen unas pinturas que habían pasado desapercibidas y que muestran una iconografía sorprendente. A continuación puede verse cómo, gracias al tratamiento de las imágenes, emerge de la piedra un cuadrúpedo (tal vez un caballo) enmarcado es un espacio rectangular y rodeado de estrellas. A su lado, de manera más fragmentaria, vemos también más animales. Todos ellos comparten la peculiaridad de tener los ojos grabados en la piedra.
pinturas al interior de la cueva
La presencia de estas pinturas con esta iconografía tan singular nos obliga a redirigir nuestras hipótesis y a sospechar que la interpretación en clave eremítica tal vez deba ser cuestionada o matizada, abriendo la posibilidad de encontrarnos ante otros cultos cuya naturaleza precisa todavía desconocemos.